100 días del garrote «antiglobalista» de Trump: caos arancelario, motosierra, deportaciones y caída de imagen

El «patriota» republicano impulsó una agenda radical a través de la ‘guerra comercial’ con China, la expulsión de 65.000 inmigrantes, un drástico giro en política exterior, ataques al periodismo y recortes federales.

Existen puntos en común entre Donald Trump y el demócrata Bill Clinton. No solo alcanzaron la presidencia gracias al desgaste social ante la economía (como dicta la famosa frase de James Carville), sino que fueron los únicos líderes que sufrieron una caída en su popularidad en sus primeros 100 días de gobierno, al menos desde Ronald Reagan.

Tras asumir el 20 de enero, Trump instruyó a su diverso gabinete la ofensiva para cumplir con sus promesas de campaña en función del slogan «Estados Unidos Primero» y en tiempo récord: entre ellas, establecer aranceles en un guiño proteccionista propio de otra época que provocó un cimbronazo a nivel mundial. Y combatir la «invasión migratoria criminal» mediante las deportaciones masivas, una política que hoy se discute en los tribunales estadounidenses.

Junto al combate a la «ideología radical de género»,todos estos son algunos de los ejes de la proclama conservadora del MAGA, la Agenda 47, que sentó las bases del segundo mandato del dueño de la Organización Trump autodefinido como un «patriota» designado para dar la batalla «contra el globalismo».

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Donald Trump cumple 100 días de gobierno.

100 días de Trump: entre la caída de popularidad y el «éxito» de las deportaciones

En un presidencialismo como el de EEUU, los primeros cien días de gobierno son clave a nivel simbólico lo que fuerza al responsable a mostrar resultados en pos de su legitimidad de ejercicio. Trump no fue ajeno a esta tendencia. En la antesala al 30 de abril, se refugió en Warren, Michigan, un polo industrial automotriz que había perdido ante Joe Biden en 2020 y que recuperó en 2024.

El presidente fue recibido a toda pompa y prometió bajar los impuestos al sector para apuntalar de manera interna la suba de aranceles al sector a nivel externo. En su discurso, dijo que los primeros cien días de su segundo mandato fueron «los más exitosos de la historia», insultó a medio mundo: a los medios de comunicación los llamó «mentirosos»; a los jueces «comunistas»; y a sus detractores, «aliados de saqueadores» y «chiflados de izquierda».

De esta forma, el mandatario que imprimió un cambio radical en el partido Republicano se refugió entre los suyos en un momento delicado, considerando que su popularidad cayó al 40% (frente al 59% de rechazo), siete puntos menos que en febrero, según el reporte del instituto Pew Research Center (PRC) del 7 al 13 de abril de 2025, una tendencia coincidente con los sondeos de consultoras que colaboran con New York Times o Dailymail.

Si bien la cifra varía según la filiación partidaria, muestra en términos generales la incomodidad ciudadana frente a las principales políticas que impulsó el mandatario: desde la radical «guerra arancelaria» (59% de rechazo versus 39% de aprobación) y los recortes al gasto federal (55% versus 44%). Además, otro aspecto es el modo en que Trump gobierna a través de decretos, algo que fue cuestionado por el 51% de los encuestados.

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La imagen de Donald Trump (Fuente: Perfil.com y Pew Research Center).

Sin embargo, Trump recibió un guiño de la ciudadanía respecto a las deportaciones masivas que superaron los 65.000 personas, que abarca no solo detenidos por crimen organizado (como los 200 presuntos miembros del Tren de Aragua enviados a la megacárcel de Nayib Bukele en El Salvador), sino casos de ciudadanos con papeles en regla que están bajo escrutinio judicial, incluido el de una madre que fue deportada junto a su hijo enfermo. Según la última medición de PRC sobre el tema (26 de marzo), un tercio de los adultos estadounidenses (32%) afirma que todos los inmigrantes que viven en el país sin documentos deberían ser deportados y la mitad (51%) opina que al menos algunos deberían ser deportados.

Giro en política exterior, ataques al periodismo y motosierra

Pero existen otros aspectos del magnate de 78 años que también quedaron bajo escrutinio. Entre ellas haberse dotado de un protagonismo inédito para «liderar» no solo a Estados Unidos sino «al mundo entero», según definió, una proclama que roza lo místico en línea con la imagen que sostuvo Trump desde que lo intentaron asesinar en plena campaña electoral.

«Lo estoy pasando muy bien», dijo recientemente Trump a The Atlantic, el medio que, curiosamente, protagonizó uno de los escándalos que sacudieron al gobierno trumpista, cuando uno de sus periodistas fue ingresado «por error» a un chat de Signal donde altos funcionarios de inteligencia revelaron los planes de guerra en Yemen.

Acto seguido, tanto Trump como el vicepresidente JD Vance -y máximo representante de la agenda ultraconservadora- reconocieron el hecho pero atacaron la investigación periodística, en función de otra de las variables de los primeros días de gobierno de Trump: la deslegitimación de los medios tradicionales y del periodismo como promotor de la verdad.

La narrativa contra el periodismo, encabezada por el ejecutor de la motosierra trumpista, Elon Musk, cobró fuerza con el bloqueo a Associated Press en el Despacho Oval, una decisión inédita para el país que puso a la libertad de prensa como una de las bases de su constitución. A pesar de las quejas, la Justicia falló a favor de la agencia de noticias que había sido sancionada por haberse negado a denominar «Golfo de Estados Unidos» al «Golfo de México», en función de los designios del ambicioso presidente que no descarta anexar Groenlandia, el Canal de Panamá y hasta Canadá, bajo el pretexto de la «seguridad nacional» frente a la supuesta injerencia china y rusa.

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Donald Trump en su mitín político en Michigan el pasado martes.

A pesar de que otros líderes, como el brasileño Lula da Silva, le recordaron a Trump que es «el presidente de EEUU y no del mundo» —en medio de su ofensiva arancelaria que lo enemistó con todo el mundo e implicó una escalada inédita con Beijing— su retórica también respondió al deseo de «prevenir la Tercera Guerra Mundial«, otro de los aspectos de su plataforma electoral que aceleró durante su primer tramo de gobierno en relación a los dos grandes conflictos con riesgo de escalada mundial: Gaza y Ucrania.

En campaña, Trump dijo había dicho que si él hubiera sido presidente del principal sostén de Ucrania, la guerra con Rusia «nunca hubiera ocurrido». Una vez en el poder, cuestionó a sus aliados tradicionales (OTAN, Europa y Japón) y se acercó al presidente ruso Vladimir Putin, forzando además al ucraniano Volodímir Zelenski a una negociación que supondría la pérdida de los territorios ocupados por Rusia.

A pesar de la presión al ucraniano —una imagen que pasó a la historia con la humillante rueda de prensa en la Casa Blanca— y sus esfuerzos para ablandar a los rusos en Arabia Saudita, Trump no logró su cometido. «Detente, Vladimir», le pidió días atrás, luego de un ataque a Kiev que dejó 70 muertos y cientos de heridos. De ese tema había hablado con Zelenski en la Basílica de San Pedro durante el funeral del papa Francisco al que Putin no asistió, en línea con la orden de arresto en su contra emitida por la Corte Penal Internacional (CPI).

En el caso de Gaza, la sugerencia de Trump ocuparla y construir la «Riviera de Medio Oriente» fue cuestionada, en medio del bloqueo total de Israel a la Franja y el asedio de su población. Pero fue celebrada por el gobierno de Benjamin Netanyahu, también perseguido por la corte penal por presuntos crímenes de guerra. Su alianza, en tanto, quedó evidenciada con los bombardeos estadounidenses a Yemen, para contener otro de los frentes de Tel Aviv en Medio Oriente: los rebeldes hutíes proiraníes.

Donald Trump
Donald Trump y Volodímir Zelenski en el Vaticano durante el funeral del papa Francisco.

La rivalidad con China

No obstante, detrás de esta actitud ambivalente en política exterior, había un motivo subyacente: la rivalidad con China, la superpotencia del siglo XXI que disputa le poder estadounidense a través del poder blando, nuevas rutas comerciales para expandir su dominio comercial e inversiones en infraestructura, pero desde una óptica del Sur Global (anti-imperialista) y defensora del multilateralismo.

Beijing, en tanto, no se achicó ante la ofensiva arancelaria de Trump, que llegó a escalar al 245% de suba a las importaciones de origen chino luego de que Xi Jinping no diera el brazo a torcer ante la política de garrote y zanahoria del republicano, cuyo gobierno ya empezó a decir que los aranceles «son insostenibles». China, en tanto, solo replicó aranceles (una decisión que aportó al shock de los mercados financieros) sino que impulsó una demanda ante la OMC y una reunión de consulta en el Consejo de Seguridad de la ONU.

«No nos arrodillaremos», sostuvo Beijing el pasado martes a través de un video narrado en inglés y subtitulado al chino, ante lo que considera una política comercial «unilateralista e intimidatoria» de Washington. La declaración se difundió en redes sociales, donde, junto al cibererspacio, se juega la disputa bipolar más importante del siglo XXI.

«Cederle la mano a un abusador es como beber veneno para saciar la sed; solo agrava la crisis. La historia ha demostrado que ceder no genera clemencia; arrodillarse solo provoca más acoso. China no se doblegará», cerró.

Fuente: Perfil