Perteneció a la agrupación Al Nusra, una fracción de la red terrorista Al Qaeda, y luchó para destronar al dictador sirio Bashar al Assad. Ahora dejó su uniforme camuflado y comenzó a usar un traje tradicional para negociar con Estados Unidos. Tiene el apoyo de Turquía y Arabia Saudita, y esta semana le estrechó la mano a Trump, quien levantó todas las sanciones a Siria. El giro geopolítico de los últimos años, en una región convulsionada.
Oriente Medio vive una transformación notable en los últimos años, con un escenario de poder que se va desplazando de un lado a otro. Un ejemplo claro es Siria, donde su gobierno de tendencia islamista fue buscando un acercamiento con las potencias occidentales.
Ahmed al Sharaa, quien ascendió al poder en Siria como presidente interino tras el derrumbe de la dictadura de Bashar al Assad, era un líder yihadista que en su momento integró la red terrorista de Al Qaeda. Estados Unidos llegó a ofrecer 10 millones de dólares por su captura.
El miércoles pasado, el presidente estadounidense Donald Trump no solo estrechó su mano en Riad, la capital de Arabia Saudita, sino también lo alabó. “Es un tipo joven y atractivo. Un tipo duro. Un pasado fuerte. Un pasado muy fuerte. Luchador”, dijo el magnate republicano tras la reunión que mantuvo con él.
La relación entre Damasco y Washington cambió rotundamente. En el encuentro, Trump anunció que Estados Unidos levantaba las sanciones a Siria, después de 46 años de aplicarlas.
La decisión le permite al país árabe iniciar su recuperación y dejar de ser un marginado a nivel internacional, después de 14 años de guerra civil. Esto despertó algarabía en las calles sirias, donde la gente salió a festejar.
Con la caída de Assad y su huida a Moscú, Siria dejó de depender de Irán y de Rusia, países que defendieron al dictador durante mucho tiempo con fondos, armas y tropas sobre el terreno.
Ahora, el nuevo gobierno de Siria cuenta el apoyo de Turquía, pero también con respaldo de Arabia Saudita, que se convirtió en una potencia negociadora en la región. Ambos cobraron fuerza con el desplazamiento de los iraníes y los rusos.
Tanto Turquía como Arabia Saudita necesitan un gobierno estable en Siria, que brinde seguridad y recuperación económica.
En pocos meses, y tras la toma de Damasco en diciembre de 2024, Al Sharaa fue cambiando su táctica política y su aspecto. Ya no lleva la ropa camuflada que usaba cuando participaba del Frente al Nusra, la filial siria de Al Qaeda. Ahora recurre a los trajes occidentales para gobernar su país y entablar acuerdos con Occidente.
Trump se mostró muy complaciente con Al Sharaa. “He hablado con el presidente (turco, Recep Tayyip) Erdogan, que es muy amigo suyo. Cree que tiene posibilidades de hacer un buen trabajo. Es un país desgarrado”, afirmó el mandatario estadounidense.
También el monarca de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman, influyó para que Washington levantara las sanciones contra Siria. “Oh, lo que hago por el príncipe heredero”, dijo Trump, y agregó: “Me cae demasiado bien”.
El acercamiento con Estados Unidos fue tan efectivo que el magnate inmobiliario deslizó la posibilidad de construir una “Torre Trump” en Damasco o firmar un acuerdo de explotación de recursos minerales y petróleo.
Claro que nada es gratis. A cambio, Trump le pidió a Al Sharaa que firme los Acuerdos de Abraham en un futuro cercano. Se trata de los pactos que permitieron normalizar las relaciones diplomáticas de algunos países árabes con Israel. Ya lo hicieron Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos.
Arabia Saudita los iba a firmar, pero el ataque de Hamas y la posterior invasión de Israel a Gaza truncaron esa instancia. Se espera que lo haga una vez que el tema se calme.
De acuerdo con Trump, Al Sharaa aceptó unirse a los Acuerdos de Abraham y reconocer finalmente a Israel. Pero el sirio aún no lo confirmó.
“Le dije (a Al Sharaa), espero que se unan cuando se enderecen. Me dijo: ‘Sí’. Pero tienen mucho trabajo que hacer”, señaló Trump a los periodistas.
Israel sigue su propia dinámica en la región y mantiene roces con el gobierno sirio. En los últimos meses bombardeó varias zonas sirias donde, según afirmaba, se concentraban yihadistas que atacaban a sus aliados drusos. Además, ocupó más territorio en los Altos de Golán sirio. Para los analistas, las palabras de Trump hacia Al Sharaa son un mensaje de advertencia a Israel.
Rusia, histórico jugador en el tablero de Oriente Medio, no se resigna a perder espacio. Olvidó a Bashar al Assad en una residencia de Moscú y ahora busca llegar a un acuerdo con Al Sharaa, a quien combatió duramente. El gobierno sirio no lo rechaza de plano, pero le pone límites.
De hecho, el Kremlin comenzó a mudar una de sus bases militares de Siria a Libia, donde está estableciendo una cabeza de playa para extenderse en África.
Se trata de un fenomenal giro geopolítico que está reformulando la estructura de poder en Oriente Medio.
Fuente: Perfil