Por regla general, los precios que suben en Argentina nunca vuelven a bajar. Una extraña deformación del mercado de la oferta y la demanda, que en estas latitudes suele mirar con desdeño al consumidor final.
En el sector de los combustibles las “bajas” en las cotizaciones viven en “el país de Nunca Jamás”. Las petroleras juegan con las cartas marcadas, mientras que la gente está condenada solo a la posibilidad de enfrentar las alzas. Para hacer un veloz paneo de la situación, basta recordar que 2019 cerró con subas acumuladas en cuatro años que superaron holgadamente el 250%, promedio.
El 1 de enero de 2018 el mercado de los combustibles pasó a estar desregulado completamente y los precios librados a la cotización del dólar, del biocombustible y el costo internacional del crudo. Las empresas petroleras quedaron así habilitadas para modificar el precio de venta de sus productos sin ninguna intervención del Estado
Por aquellos días, el titular de la Cámara de Empresarios de Combustibles, Raúl Castellanos, afirmaba: “No hay que asustarse”, porque la desregulación no tiene por qué provocar aumentos en los precios, sino que es “volver al estado natural de las cosas”. En diciembre de ese mismo año, los consumidores tuvieron que pagar promedio 70% más caro el litro de nafta.
Pese a que en varios periodos los productores de biocombustibles fueron a la baja y reclamaban en vano recomposiciones, los precios en los surtidores seguían inflándose, levados por el dólar y la cotización del petróleo en los mercados internacionales.
La esperanza de los argentinos estaba puesta en que un día la moneda estadounidense frenara su escalada frenética y el barril menguara su valor. Cosas que parecían prácticamente imposibles. Pero ese día llegó. Y el 2020 arrancó con precios casi estables en ese sector, las fluctuaciones del dólar fueron mínimas en comparación con periodos anteriores y el petróleo en el mundo llegó a los niveles más bajos en 20 años. Tanto que ayer, su cotización fue negativa. Sin embargo, los precios que hoy se mantienen en los surtidores, se moldearon en torno a un Brent a U$S 62, el mismo que hoy se ofrece a poco más de U$S 20. A esto hay que sumarle que en el período de cuarentena total y obligatoria, el consumó cayó casi en un 80%, según los estacioneros. Sin embargo, los ciudadanos de a pie seguimos pagando lo mismo e incluso, nos enfrentamos a la posibilidad de afrontar un incremento en cualquier momento. ¿Las explicaciones? son de las más variadas: protección del sector petrolero con una comercialización de cabotaje del barril a U$S 45, la presión de las provincias productoras, recaudación, empleo, desempleo, etc. En fin, las cartas están marcadas y las “bajas”, en el “país de Nunca Jamás”.