Un auténtico fabricante de miseria

Uno de los dilemas que deberá resolver Alberto Fernández es cómo convivir con el activismo anacrónico, rentado por el Estado.

Con el conflicto rural, el abogado Juan Grabois volvió a ocupar el centro de la escena, al amparo de la vicepresidenta y con la nunca desmentida bendición papal. 
Las necesidades sociales generan en todas partes “dirigentes” advenedizos, para quienes es negocio que las necesidades aumenten, porque así aumenta su clientela. Eso es el clientelismo. La Argentina presenta una realidad social decadente, que ha dejado fuera de la educación de calidad y del trabajo en condiciones dignas al 25% de la población. Por eso, la crisis con el campo pone en juego la capacidad que tendrá el gobierno para generar más producción, más trabajo y más recaudación, en un contexto económico global dificilísimo.

El viernes, Grabois salió a los medios para denostar contra la producción rural en una alocución tan absurda que deja pocas dudas acerca de sus verdaderas intenciones.

Con un lenguaje extraído de los períodos prerrevolucionarios de la Rusia de los zares, acusó a los productores de “parásitos” que viven de “la renta extraordinaria de la tierra”, que tienen propiedades de “extensiones faraónicas, únicamente como producto de una serie de genocidios y latrocinios de nuestra historia” y que son “un elemento de atraso y de dependencia de nuestro país”.

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Si alguien pensara que cree algo de lo que dice, tendría que suponer que Grabois no solo no conoce el campo, sino que ni siquiera lee los diarios. En realidad, es un irresponsable.

Los argentinos saben que el campo es la actividad más eficiente en la economía argentina, genera 4.000.000 de puestos de trabajo, no requiere subsidios, aporta el 44% de la recaudación nacional y soporta una presión fiscal del 56%.

Todos los oficialistas saben que el campo fue la actividad que, desde 2002, permitió al país salir del pozo. Y Grabois debería recordar que, en 2009, cuando Néstor Kirchner fue derrotado por Francisco De Narváez en las elecciones bonaerenses, las encuestas explicaron el resultado al detectar que los sectores de menos ingresos del conurbano se identificaban con el campo, al que asociaban con el trabajo.

Sería bueno que el gobierno y la Iglesia delimiten su vínculo con este activista, que desde una impostura ideológica, usa el discurso clasista para profundizar la grieta nacional, desalentar el desarrollo económico y, por supuesto, seguir fabri    cando pobreza.
 

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